Cartas al Mar Negro


Desde mi ventana en Moscú
escribía cartas al Mar Negro,
le contaba sobre los inviernos
interminables que helaban
hasta las lágrimas de nostalgia
por el calor de mi tierra natal.

Le describía a mis compañeros:
cómo Sacha me enseñó a jugar ajedrez
en tardes que parecían eternas,
cómo Rosaura compartía su comida
cuando yo no tenía dinero
para algo más que pan y té.

El mar respondía en verano
cuando finalmente llegaba a Sochi,
con olas que lavaban
todo el cansancio acumulado,
toda la tensión de los exámenes,
toda la soledad de los domingos.

En la Universidad aprendí
que la distancia no se mide
solo en kilómetros sino en lágrimas,
que el hogar puede ser
tanto un lugar en el mapa
como un sentimiento en el pecho.

Las cartas nunca las envié
pero las escribí todas,
cada una era una oración
dirigida a un dios salado
que me esperaba pacientemente
al final de cada curso académico.

Los veranos en el Mar Negro
eran respuestas a todas
mis preguntas formuladas en invierno:
sí, valía la pena el sacrificio;
sí, estaba creciendo como persona;
sí, encontraría mi lugar en el mundo.

Cuando regresaba a Moscú
después de las vacaciones,
llevaba arena entre los dedos
como recordatorio tangible
de que existía un lugar
donde mi alma podía descansar.


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Ricardo Abud (Chamosaurio)

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. M.Sc.Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en, Union County College, NJ, USA. Email: chamosaurio@gmail.com

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