mis amados hijos Andrés, Adrean y Areana;
mis bendiciones más grandes, mis nietos y nieta Aisha, José, Juan y Darían;
mis queridos sobrinos y sobrinas;
y Carmen, madre de mis hijos e hija:
En esta Navidad siento la necesidad profunda de hablarles desde el alma, sin prisas, sin máscaras, con la verdad sencilla del amor que habita en mí. Que estas palabras lleguen a cada uno como una caricia suave, como una luz encendida en el interior, recordándonos que no estamos solos y que la familia es uno de los regalos más grandes que Dios nos concede.
Mi corazón se llena de gratitud y de ternura al pensar en cada uno de ustedes. Son el reflejo de todo lo que la vida me ha entregado: amor, unión, recuerdos compartidos y la esperanza de seguir construyendo juntos un camino lleno de luz.
Cada Navidad me recuerda que los verdaderos regalos no vienen envueltos en papeles ni se colocan bajo un árbol. Los verdaderos regalos son ustedes: sus risas, sus abrazos, sus palabras, su presencia. Son las pequeñas y grandes cosas de cada día las que dan sentido a todo.
Deseo que esta Navidad esté colmada de paz en sus corazones, de alegría en sus hogares y de esperanza en cada sueño que aún espera cumplirse. Que podamos mirar el futuro con la certeza de que el amor que nos une es más fuerte que cualquier distancia, cualquier diferencia o cualquier prueba que la vida nos ponga en el camino.
La Navidad no es solo una fecha; es un estado del espíritu. Es el recordatorio de que el amor nace incluso en la humildad, de que la esperanza se abre paso aun en medio de la oscuridad. Y cuando pienso en esa esperanza, los veo a ustedes. Los siento. Los nombro en silencio con gratitud.
A mis hermanos y hermanas, Alfredo, Neyeska, Teto y Aurita, compañeros de sangre, de recuerdos y de caminos recorridos: gracias por ser raíz firme, por ser historia compartida, por ser espejo de lo que somos y de lo que hemos superado. La vida nos ha probado de muchas maneras, pero aquí estamos, unidos por algo más fuerte que el tiempo o la distancia. Que esta Navidad renueve nuestra hermandad, sana cualquier herida antigua y nos permita mirarnos con el amor limpio de los comienzos, los quiero por ser raíz y refugio, por mantener el lazo que nos hace sentir que siempre tenemos un lugar donde volver.
A mis hijos, Andrés, Adrean y Areana: ustedes son una oración viva en mi vida. Cada uno es un milagro distinto, una lección constante de amor, paciencia y crecimiento. Deseo que nunca pierdan la fe en ustedes mismos, que confíen en la voz interior que los guía y que recuerden siempre que el amor es la mayor fortaleza que pueden llevar al mundo. Mi corazón camina con ustedes, hoy y siempre, los amo profundamente, porque son mi mayor orgullo, mi reflejo y mi razón de seguir soñando.
Y a Carmen, mi agradecimiento sincero por ser parte esencial de esta historia familiar, por el amor y el papel que has tenido en la vida de nuestros hijos. Nuestro vínculo, sellado por el amor que dio origen a nuestros hijos, es sagrado y eterno. Más allá de los tiempos, las circunstancias o las diferencias, nos une una misión cumplida con amor. Que Dios te regale paz profunda, serenidad en el alma y luz en cada paso. Que sientas el respeto, el agradecimiento y el afecto sincero que guardo por ti, porque a través de ti la vida me concedió uno de sus mayores dones.
A mis nietos y nieta, Aisha, José, Juan y Darían: ustedes son la alegría hecha presente, la promesa de un mañana mejor. En sus risas habita la esperanza del mundo. Que crezcan rodeados de amor, protegidos por la fe, guiados por valores nobles. Que nunca duden de cuánto los ama su familia ni de cuánto los cuida Dios, gracias por traer nuevamente la magia y la inocencia a nuestras vidas; ustedes son la sonrisa de Dios en nuestros días.
A mis sobrinos y sobrinas, Gaby, Eduardito, Jorge, Mafer, Alejandra, Alfredito, Carlitos, Rolando, Bebeto, Zhoe, Kirpal y Kabir, sobrinos nietos, y sobrinas nietas, extensiones vivas de este árbol familiar: los llevo en mi corazón con orgullo y ternura. Que esta Navidad les recuerde que pertenecen, que son importantes, que sus vidas tienen propósito. Que encuentren siempre caminos de luz, y que cuando tropiecen, recuerden que el amor de la familia es un refugio al que siempre se puede volver.
De igual forma, a Néstor, Horaco, Yeli, Elma, Sorangel, Will y Joe y a todos aquellos que la memoria me falla.
En esta Navidad pido a Dios que nos cubra con su paz, que sane lo que duele, que fortalezca lo que es frágil y que avive en nosotros la capacidad de amar sin condiciones. Que aprendamos a perdonar, a agradecer y a cuidar lo verdaderamente esencial. Que cada uno sienta que es amado, necesario y profundamente valioso.
Los amo con un amor sereno, maduro y verdadero. Gracias por existir, por formar parte de mi vida y por ser mi mayor bendición. Que la luz de esta Navidad habite en nuestros corazones hoy y durante todo el año que comienza.
Que esta Navidad nos encuentre con los brazos abiertos, dispuestos a perdonar, a agradecer, y sobre todo, a amar sin medida. Que cada hogar se llene de villancicos, de luces que brillen como nuestras esperanzas, y del calor humano que ninguna distancia puede apagar.
Brindemos por los momentos vividos, por los que vendrán, y por la dicha de seguir juntos. Que el nuevo año nos reciba con salud, fe, alegría y miles de motivos para seguir sonriendo.
Con todo mi amor y con el corazón lleno de bendiciones para cada uno de ustedes,
hoy, siempre y en cada oración:
Su hermano, Papá, Abuelo y Tío. Ricardo
