El llanto de la infancia, ese eco lejano,
era un rumor de agua bajo la tierra.
No se escuchaba, no tenía mano
que lo calmara, que lo desenterraba.
Se escondía en el hueco de la almohada,
en el rincón oscuro del armario,
una pena por un juguete olvidado,
por un amigo que se fue, que nos dejó.
Era un sollozo ahogado, un suspiro breve,
la herida por la caída de la bicicleta,
el miedo a la noche que el tiempo se lleve
como un fantasma que nadie percibe.
Llorábamos bajito para no molestar,
para que el mundo no viera la grieta.
Un llanto de cobardía, un pesar
que no merecía una ruidosa aleta.
Era el dolor de la inocencia, la medida
de una tristeza que tenía su fin.
Una pena de un día, no de toda una vida,
un jardín marchito que volvería a ser jardín.
Pero hoy, la compuerta se ha roto,
y ya no hay dique que contenga el mar.
El alma es un vaso que ha rebosado,
un grito que no puedo callar.
El llanto es un aguacero sin medida,
no un susurro, sino una sinfonía de dolor.
Es la suma de cada batalla perdida,
la evidencia de un corazón que perdió su valor.
Lloras a cántaros por los años idos,
por las promesas que se llevó el viento,
por los sueños que se quedaron dormidos
en un rincón olvidado de tu aliento, por un recuerdo.
Es el llanto por el "no pude", por él "si hubiera",
por el peso de una carga tan grande.
Es la amarga cosecha que mi alma tuviera
tras la siembra de una vida que ya no se expande.
Ya no hay pudor ni vergüenza en las lágrimas,
porque ya no hay nada que perder.
Solo un río que desborda las márgenes,
la cruda verdad de un ser.
Ya todo se fue a la mierda, y el llanto es el único
lenguaje que queda para hablar con tu ser.
La señal de que el mundo ya no es único,
y en esa derrota, dejas de tener poder.
Ya no me da miedo llorar no joda
Los hombres si lloran carajo.
Los hombres si lloran Papa.