En la penumbra de un atardecer dorado,
donde el viento susurra secretos olvidados,
se dibuja en el aire tu silueta de pasión salvaje,
como un eco lejano que nunca se apaga,
un recuerdo que arde, que nunca se va.
donde nuestras risas se fundían con el canto,
mantén tu vida con esperanzas,
pues las estrellas que una vez contábamos,
aún brillan en el cielo, esperando tu regreso.
El tiempo ha tejido un manto de nostalgia
que cubre mis días y abriga mis noches.
Si algún día vuelves a enamorarte,
no olvides el fuego que ardió entre nosotros,
esa llama que, aunque tenue, nunca se extingue.
Recuerdo las promesas que nos hicimos,
las miradas que hablaban sin palabras,
los susurros de un amor que era eterno,
y en cada rincón de esta ciudad añorada,
las huellas de tus pasos aún están presentes.
En el llegadero donde nuestras almas se encontraban,
te espero con el corazón abierto,
con cada latido entonando tu nombre,
como un mantra que nunca se rinde,
como un faro que guía en la tormenta.
Las estaciones han pasado,
el invierno ha cubierto de blanco mis días,
pero en mi pecho florece una primavera,
una esperanza que se niega a marchitarse,
una fe que se aferra a lo que un día fue.
Si el destino nos cruza de nuevo,
si el universo conspira a nuestro favor,
enamórate de mí nuevamente,
como si el tiempo nunca hubiera pasado,
como si el amor fuera un ciclo eterno.
Cada rincón de mi ser te recuerda,
cada suspiro lleva tu esencia,
y en cada amanecer, cuando el sol despierte,
te buscaré en la luz que se filtra,
esperando que regreses a llenar este vacío.
Así, entre recuerdos y anhelos,
te guardo en el rincón más sagrado,
en un espacio donde la esperanza florece,
donde los sueños no conocen el ocaso,
y la promesa de un reencuentro sigue viva.
En el eco de nuestras risas perdidas,
en el murmullo del mar que nos ha visto,
mantén tu vida con esperanzas, mantén tu pureza
no le entregues a nadie tu dulzura
porque siempre habrá un lugar para ti,
si decides volver a este amor que nunca se fue.
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