En la sombra de cuatro paredes,
donde el eco murmura secretos callados,
siento el peso de un mundo ajeno,
un refugio que nunca ha sido hogar.
Las horas se arrastran, pesadas,
como cadenas que abrazan el alma,
y en cada rincón, un suspiro,
un susurro de sueños olvidados.
Soy la elección de un corazón errante,
nunca una opción, siempre el destino,
pero en este laberinto de anhelos,
la libertad se siente lejana y turbia.
Las ventanas, ojos cerrados al mundo,
miradas que no ven, que no sienten,
y en cada paso, la lucha interna,
el deseo de romper este silencio.
Quiero ser viento, ser luz que atraviesa,
una melodía que danza en el aire,
pero aquí estoy, en esta prisión,
esperando el día en que pueda volar.
Porque aunque el espacio me limite,
y la soledad me abrace fuerte,
siempre seré la elección de alguien,
nunca una opción, siempre un grito.
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