ciudad de cúpulas doradas
que brillan bajo el sol de invierno
como lágrimas de oro
sobre el rostro del tiempo.
de mis pasos jóvenes,
cuando caminaba por la Plaza Roja
con el corazón lleno
de sueños y promesas.
Recuerdo el aroma del té
en las tardes de nieve,
las ventanas empañadas
donde dibujaba corazones
con dedos temblorosos de frío.
Moscú, madre de mis memorias,
en tus brazos de piedra y historia
dejé pedazos de mi alma
que aún brillan
en las noches de luna llena
cuando el Kremlin se viste de plata
y susurra canciones
de amor y nostalgia.
Ciudad que vive en mi sangre,
río que corre por mis venas,
Moscú querida,
aunque mis pies caminen
por tierras lejanas,
mi corazón siempre regresa
a tus calles de ensueño,
a tus inviernos eternos,
a tu belleza que nunca muere.