transparencia que no merece nombre.
Pero si me convierto en tu admirador,
si me coloco al otro lado del escenario,
no a los ojos, sino a la multitud
donde me diluyo entre cientos.
Qué paradoja cruel:
para existir ante ti
tuve que dejar de ser yo mismo,
convertirme en eco de tus pasos,
en aplauso de tus logros,
en uno más de tantos.
Y asà me ganaste sin saberlo,
me perdiste sin haberme tenido.
Porque el fan recibe sonrisas de protocolo,
palabras ensayadas para las masas,
mientras que el invisible de antes
al menos guardaba la esperanza
de que algún dÃa voltearas
y vieras a la persona real,
no al número en tu lista de seguidores.
Ahora entiendo la verdad amarga:
preferiste amarme como fan
porque asà nunca tuviste que conocerme,
y yo, al aceptar ese rol,
me convertà en lo único
que jamás quise ser para ti
prescindible.

