Este instante que se prolonga en raíces,
en la savia que sube desde el centro
de lo que somos cuando nos desvestimos
de nombres, de horas, de lo que el mundo
nos cubre con su manto de certezas.
que se encuentra a sí mismo en el reflejo
de otro río: somos el agua y el cauce,
la sed y el vaso que la contiene.
Tu espalda, un horizonte que se curva
como la línea donde el mar se besa
con el cielo, y yo soy el navegante de tu cuerpo
Hay días en que la luz del mundo nos viste
con su rigor de horarios y de nombres,
y somos nuevamente tú y yo,
apenas dos figuras en el mapa
de una ciudad que no nos pertenece.
Pero guardamos este secreto:
debajo de la ropa, la piel recuerda
el exacto lugar donde el otro comienza.
Tu desnudez, cuando el mundo no mira,
es el retorno a ese territorio
que ningún conquistador podrá jamás tener
fue mío y nadie lo disfrutara TANTO COMO YO
Es el reinicio de un ciclo antiguo,
como la luna que se despide y vuelve,
como las mareas que prometen regresar.
En cada repliegue de tu cuerpo,
en cada sombra que tu piel dibuja,
existe un calendario de momentos
que solo nosotros sabemos leer.
La intimidad no se gasta como el tiempo,
se transforma en otra forma de existencia:
en el modo en que tus pies buscan los míos
bajo las sábanas en las noches frías,
en cómo tu espalda se adapta a mi pecho
como si hubiéramos sido diseñados
para encajar en el rompecabezas del otro.
Somos el negativo y la copia,
el secreto y su revelador,
dos seres que han aprendido
el arte más antiguo: el de ser,
por un instante que se prolonga,
completamente visibles
y perfectamente herméticos.
