En la penumbra suave de la alcoba
la desnudez florece, callada,
como un susurro antiguo en la piel
que no teme ser mirada.
sin velos, sin juicios, sin miedo,
y en la curva de su vientre
habita el milagro de lo eterno.
Cada cicatriz es un verso secreto,
cada lunar, un mapa hacia el alma,
y en la transparencia de su cuerpo
la intimidad se vuelve llama.
No hay pudor en la entrega sencilla,
ni vergüenza en la verdad desnuda;
hay belleza en el temblor de sus manos
y en el brillo húmedo de sus dudas.
Ser mujer es despojarse de todo
hasta quedarse solo con el latido,
y abrazar, en la fragilidad expuesta,
la fuerza invencible de lo vivido.

