Carta de Navidad desde el Cielo, de su madre que los ama.


Mis amados hijos e hijas,
Alfredo, Ricardo, Neyeska, Roberto y Aurita:

Esta Navidad quiero acercarme a ustedes, no con pasos, sino con un murmullo de luz. Desde este cielo donde ahora habito, les envío esta carta que no se escribe con papel ni pluma, sino con la brisa suave que les roza el rostro cuando menos lo esperan.
Es mi manera de seguir tocándolos.

Desde este jardín eterno, donde el amor nunca se marchita y cada estrella guarda un recuerdo de ustedes, les escribo en esta Navidad con el corazón rebosante de luz y paz, la que ahora comparto junto a su papá y nuestro amado Rolando. Aquí, donde el tiempo se convierte en abrazo infinito, los contemplamos con orgullo. Ustedes son nuestro hermoso árbol, con raíces profundas que sembramos juntos y ramas que se extienden hacia el cielo.

Juntos, como en una fotografía que no se desgasta, estamos viéndolos, amándolos, recordándolos… y agradeciendo cada instante que compartimos con ustedes.

Los veo como siempre fueron para mí: un tesoro de vida, cada uno distinto y necesario, tejido con las fibras del amor que su padre y yo sembramos. Ese amor, ustedes lo saben bien, no se apagó con el tiempo ni con la ausencia; al contrario, floreció más alto. En cada uno de ustedes, en su bondad silenciosa, en su solidaridad que se entrega sin pedir nada, y en la manera en que se sostienen unos a otros, reconozco el legado que les dejamos. Es como si cada acto de amor que tuvimos en la tierra se hubiera convertido en una semilla dentro de ustedes, y ahora, en cada abrazo entre hermanos, esa semilla florece en un jardín que también ilumina este cielo donde estoy.

Hijos míos, su papá y yo hablamos mucho de ustedes. Nos sentimos orgullosos cuando los vemos ser nobles, cuando perdonan, cuando se unen en las dificultades. Nuestro mayor regalo no fueron las cosas materiales, sino ese amor que les inoculamos en el alma. Al mirarse, recuerden que llevan en el alma una chispa de nosotros dos: la fuerza de su padre, su nobleza silenciosa, y mi manera de abrazar la vida incluso cuando dolía. Ustedes son la prueba viviente de que lo bueno no desaparece: se transforma, se multiplica y se queda latiendo.

Hoy, en este tiempo de Navidad, cuando las almas se vuelven más sensibles y los corazones se abren como ventanas que quieren dejar entrar el aire tibio, quiero que reciban mi voz como un abrazo que abarca todos sus años, sus luchas y sus alegrías.

Porque si algo les heredamos su padre y yo, más allá de los objetos, fue un mapa invisible:
un mapa hecho de bondad, de solidaridad, de respeto, y de ese amor profundo que se siembra sin apuro, confiando en que un día florecerá en el alma de los hijos.

Ustedes llevan nuestras raíces con dignidad. Cada gesto de ayuda, cada palabra amable, cada resistencia silenciosa a la injusticia, cada abrazo que se dan entre ustedes… todo eso es el eco vivo de lo que un día sembramos. Ustedes son, sin saberlo, la continuidad de nuestro mejor sueño.

Desde aquí, el amor se ve distinto.
No tiene prisa.
No duele.
No se quiebra.
Es como un río diáfano que lo envuelve todo y que, sin embargo, conserva cada detalle: la sombra de un recuerdo, el aroma de una comida compartida, la ternura de una mirada.
Y ese río ahora les pertenece también a ustedes, porque el amor que les dimos no fue para quedarse con nosotros, sino para que lo multiplicaran en la tierra.

A veces, cuando los veo cansados, deprimidos, decaídos, quisiera poder bajar a tocarles el hombro y decirles que todo estará bien. Pero entonces recuerdo que ustedes siempre tuvieron la fuerza de levantarse, que aprendieron a caminar con coraje, que honran cada día con su vida lo que su papá y yo intentamos enseñarles: que la bondad, aunque parezca pequeña, sostiene al mundo.

En esta Navidad, sepan que no existe distancia entre el cielo y la tierra cuando el amor es el puente. Cada vez que se reúnen como familia, estamos ahí. Cuando se sienten a la mesa, no hace falta una silla vacía, basta con un pensamiento, una sonrisa hacia arriba, un "gracias" bajito. Allí estaremos. Yo les tomaré las manos desde el cielo, su papá los rodeará con su fuerza silenciosa, y nuestro querido Rolando les regalará una brisa de paz.

No lloren porque nos fuimos, sonrían porque fuimos, porque amamos, y porque ese amor vive eternamente en cada latido de sus nobles corazones. Les pido que sigan unidos, porque la unión es la melodía más hermosa que un padre y una madre pueden contemplar desde el cielo. Las estrellas que vean esta noche son ventanas. A través de ellas les enviamos nuestro amor, como un soplo tibio que se desliza entre las hojas de un árbol que nunca olvida sus raíces.

Que cuando enciendan una luz, sepan que también se enciende aquí arriba.
Que cuando rían, sepan que aquí también reímos.
Que cuando recuerden, sepan que nosotros también recordamos.

Y cuando se miren entre ustedes, hijos míos, sepan que allí estoy. En la unión. En el cariño. En el perdón.
Porque la familia como la definimos desde siempre es un abrazo que no caduca.

A veces, cuando una estrella titila más de lo normal, es Rolando enviándoles un saludo de esos que él hacía sin palabras.
Y cuando una brisa fresca aparece sin razón, es su papá, pasándoles la mano por el rostro como solía hacer cuando el día había sido duro, a pesar de su rudeza.
Y cuando de pronto sienten una calma que no saben explicar… soy yo, abrazándolos desde el silencio.

Mis amores, no estén tristes cuando piensen en nosotros.
Estamos presentes, solo que de otra forma.
No hemos partido: nos hemos vuelto luz, memoria, fuerza y compañía.
Estamos en todo lo que ustedes hacen con amor.

En esta Navidad y en todas las que vendrán quiero que sigan siendo lo que siempre fueron:
buenos, unidos, generosos. Ese es el regalo más grande que pueden darnos desde la tierra.

Los bendigo con la inmensidad que ahora conozco.
Los acompaño con la ternura que nunca perdí.
Y los amo con un amor que ya no entiende de límites ni despedidas.

Con el corazón transformado en estrella,
Su Mamá, junto a su papá y su hermano Rolando.
la que siempre estará con ustedes, incluso cuando cierren los ojos.


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Ricardo Abud (Chamosaurio)

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. M.Sc.Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en, Union County College, NJ, USA. Email: chamosaurio@gmail.com

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