como quien vuelve a una ciudad conocida
que, sin embargo, cambia cada vez que regreso.
por la manera en que late la luz
cuando algo en mi interior decide hablar.
He aprendido a sostener mis propias grietas
como quien carga un libro antiguo
que aún guarda el olor de todas sus batallas.
No siempre sé si voy descifrando la vida
o si la vida me escribe a mí
con esa caligrafía torpe de los días difíciles.
Hay recuerdos que me regresan
como trenes que no pedí abordar,
pero de alguna forma traen mapas
que iluminaron quién fui,
e incluso quién intento ser ahora.
Y aun en lo irreversible,
a veces descubro un destello que me reconcilia.
Sé que sigo construyéndome
entre momentos que parecen ruinas
y otros que se levantan como un canto inesperado.
Y aunque no siempre lo digo,
hay un pulso dentro de mí
que insiste en creer,
que insiste en avanzar,
que insiste en que todavía hay algo noble
en seguir buscando sentido.
Y así, con mis certezas desnudas
y mis dudas brillando como faroles,
sigo caminando dentro de mí
como quien sabe
que incluso lo que duele
también es una forma de no rendirse.

