Fui el café que se enfría en la mesa,
el beso que no despertó a la mañana.
No seré yo quien te abrace en la tristeza,
pero fui la luz de tu ventana.
Fue nuestro amor como el humo,
bello en su danza, efímero en el aire.
Robamos sueños, inventamos un nombre,
y hasta el cielo creímos escalar.
No guardo tu foto, guardo el instante:
tu risa en mi pecho, el mundo detenido.
No es conmigo, lo sé, con quien caminas adelante,
pero fui el mapa de otro latido.
Hoy las estrellas que juntos miramos
alumbran otros caminos, otros puertos.
Y está bien...
El amor no siempre es un hogar:
a veces es el viento.
No soy el amor de tu vida,
solo fui un verso en tu canción,
un café tibio en la mañana,
un beso robado en el balcón.
No seré quien te lleve flores,
ni el nombre que susurres al dormir.
Soy el eco de una risa vieja,
la sombra que aprendió a partir.
Hicimos de las noches estrellas,
y de los sueños, un altar.
Pensamos que el tiempo era nuestro,
que el mundo nos iba a esperar.
Pero el amor no siempre es eterno,
a veces solo es un latir,
un parpadeo en tu ventana,
una huella que el viento borró al ir.
Y está bien...
Porque amamos sin redes,
sin calcular el final.
Fuimos dos pájaros en vuelo
libres, perdidos, pero igual.
Al final no era yo el destino,
solo el camino que te llevó
a encontrar ese amor que sí permanece,
mientras yo me convierto en adiós.
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