porque Adrián, mi sol, despierta.
Tu risa es un río de espuma,
que inunda de luz cada esquina.
Tus pasos —pequeños, seguros—
son versos que escriben futuro,
y el viento, al nombrarte, suspira:
¡Qué grande tu alma, mi niño!
Que vuelen tus sueños sin prisa,
como cometas en la brisa,
que encuentren estrellas complices,
y mares de azules felices.
Adrian, vida mía, tesoro,
mi eterno relámpago de oro,
que el tiempo te guarde en su vuelo,
y siempre te llene de vida.
¡Feliz cumpleaños, mi amor, hijo amado!
(Con todo el cariño de papa)
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