la luz de nuestra alma hoy es pesada.
La carga de cuatro inviernos sin tu risa,
de minutos que se arrastran, de horas lentas,
de meses vacíos... y sigues aquí,
en que tu alegría iluminaba nuestra vida.
El alba nos despierta en silencio,
buscamos en tu habitación: no hay rastros
de tu hermosura, de ese amor sin límites
que nos entregaste.
Tu bondad infinita atraviesa mi mente
y brotan versos tejidos con tu ausencia.
No hay paz en este pecho; cada día,
al recordar tu vida colmada de gozo y paciencia,
la lluvia lava nuestro rostro, pero no calma el camino.
Rugen los recuerdos,
eco de todos los años que nos diste,
y la paz se desvanece, sin rumbo,
incapaz de guiar nuestros destinos.
Seguimos atados a tu voz, a tu canto...
No hay instante que apague tu presencia.
Madre: cuatro largos años
privados de tu mirada,
y aún el olvido no nos arrastra
hacia un futuro sin tu luz.
En cada paso,
sigues alumbrando el camino.
Te amamos por siempre.