habitan nuestros fantasmas.
Tus manos, que ya no toco,
siguen dibujando mi nombre en el aire.
que ambos guardamos todavía,
testigos mudos de un amor
que no supo encontrar su camino.
Nos miramos desde orillas opuestas
de un río imposible de cruzar.
El puente que construimos juntos
se desvaneció con la última discusión.
Te busco en canciones ajenas,
en cafés donde nunca entramos.
El sabor de tu risa persiste
en memorias que no consigo borrar.
Nuestro amor, intacto y doliente,
como una flor que crece entre escombros.
No hay vuelta atrás, no hay sendero nuevo,
solo el eco.
¿Cómo desatar estos nudos
cuando los hilos ya se han cortado?
¿Cómo reparar lo invisible
cuando las manos ya no se encuentran?
El tiempo pasa, inmisericorde,
llevándose todo menos el sentir.
Dos corazones latiendo al mismo ritmo,
separados por un abismo sin puentes.