Pude sentirlo antes de nombrarlo,
presentirlo antes de verlo.
Me movió por dentro,
desordenó mis ideas,
me enseñó que no hace falta gritar para ser escuchado.
A veces, simplemente estar contigo
es suficiente para recordar
por qué vale la pena vivir.
No necesito trofeos ni aplausos,
solo tu mirada diciéndome
que estoy en casa.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario