el tiempo se acomodó como si siempre hubieras estado.
Las tardes tomaron sabor,
los días, color distinto.
Incluso las sombras parecían más amables.
Te encontré donde no buscaba,
en medio de un ruido que calló
para dejarte hablar.
Fue como si el universo
hubiera decidido, por fin,
ser amable conmigo.
Amor no es solo besos y promesas,
es también el hombro cansado,
la cena compartida,
el perdón antes de pedirlo.
Es saber que aunque llueva,
habrá alguien bajo la misma tormenta.
Y así, día a día,
con gestos pequeños pero sinceros,
fuimos escribiendo nuestra historia,
no en papel, sino en piel.
No con tinta, sino con caricias.
Y aunque nadie lo lea,
yo sé que será inmortal.
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