no dejas solo piel.
Dejas historia, energía,
y a veces, cicatrices que no se ven.
creyendo que eras tú,
y no toda esa cadena de sombras
que arrastrabas sin darte cuenta.
No eras solo tú.
Eras tú y todos ellos.
Los que tocaron tu cuerpo
sin tocar tu alma.
Los que se fueron sin darte amor,
pero te dejaron vacía…
y tú, sin saberlo, me diste eso también.
Porque uno no solo se acuesta,
uno se impregna.
Y el alma se mancha
cuando el cuerpo se regala
sin conciencia ni respeto.
Yo lo sentí.
Esa vibración extraña,
ese ruido entre los silencios.
No eras tú mintiendo,
era todo lo que traías detrás.
Y mentiste…
No solo a mí.
A ti. A él. A todos.
Ahora pasas de cuerpo en cuerpo
como quien cambia de abrigo,
sin mirar si el alma encaja,
sin ver si el frío se va.
Y te preguntas por qué llegan los mismos:
ególatras, fugaces, huecos.
Porque eso es lo que jalas
cuando no sanas.
Cuando no te limpias por dentro.
¿Quieres protección?
Se llama amor propio.
¿Quieres dejar de atraer basura emocional?
Empieza por dejar de ofrecerte como premio
a quienes no compiten por ti.
Si sales de una infidelidad
y no te reconstruyes,
te convertirás en la misma herida
que una vez te sangró.
Esto se escribe desde la verdad.
Porque yo sí te amé.
Y porque yo sí me reconstruí.
Hoy entiendo que no era yo
el que no bastaba,
eras tú,
la que se buscaba en cuerpos ajenos
lo que nunca encontró en su propio reflejo.
