si sigues leyendo el último capítulo,
aferrándote a renglones ya escritos,
a personajes que partieron del argumento.
el papel se desgasta entre tus dedos,
y tú sigues allí, inmóvil,
releyendo diálogos que ya conoces de memoria.
El libro pesa, no por sus hojas,
sino por el tiempo que cargas entre ellas,
por las esquinas dobladas del "podría haber sido",
por los subrayados del dolor que no sueltas.
Pero mira: hay capítulos en blanco esperando,
páginas vírgenes que huelen a posibilidad,
una trama nueva que no puedes imaginar
mientras sigas atrapado en el desenlace anterior.
Cierra el libro con ternura, no con olvido.
Guárdalo en el estante de tu memoria,
donde los finales descansan en paz
y se convierten en prólogos de lo que vendrá.
Porque la vida es una biblioteca infinita,
y tú eres el autor de lo que sigue.
Toma la pluma. Respira hondo.
Escribe: "Capítulo Uno" en la siguiente página.

