Mi Secreto para Aisha, José, Juan y Darián


Por: Ricardo Abud

Les voy a contar algo que nunca le he dicho a nadie más. Pero primero, necesito que me prometan algo: no se rindan cuando las cosas se pongan difíciles. ¿Lo juran?

Bien. Todo comenzó aquel martes de lluvia, cuando los cuatro vinieron corriendo a mi casa porque "no había internet". ¡Como si en mi época necesitáramos internet para divertirnos!

Abuelo, ¡estamos aburridos! gritó Darian, colgándose de mi brazo como un mono pequeño.

Pues justo hoy quería mostrarles algo dije, sacando una vieja llave oxidada. "Esto abre el cofre donde guardo mi mayor tesoro. Pero para conseguirlo, tendrán que ganárselo."

Primera Prueba: El Muro Imposible


Los llevé al patio trasero, donde había apilado cajas de madera, neumáticos viejos y una cuerda colgando del árbol de mango.

El que llegue primero al otro lado de ese muro de cajas, gana anuncié.

José empezó a escalar como un gato, pero las cajas se movieron y casi cae. Juan quiso empujarlas para hacer una rampa. Aisha, en cambio, se quedó mirando la cuerda...

¡Ya sé!  dijo de pronto. Si nos balanceamos con esto, podemos saltar directamente al otro lado.

Y así lo hicieron, turnándose para ayudarse. Cuando por fin estuvieron todos del otro lado, les dije:

"Ven chicos, la vida siempre pone muros. Pero casi siempre hay una cuerda que no están viendo."

Segunda Prueba: La Liebre Herida

Mientras caminábamos por el bosque, encontramos una liebre atrapada en una cerca de alambre.

¡Está sangrando! gritó Darian con los ojos llenos de lágrimas.

José inmediatamente quiso liberarla, pero Juan lo detuvo:

Si la movemos bruscamente, le haremos más daño.

Aisha corrió a casa por mi kit de primeros auxilios (esa niña nunca olvida dónde guardo las cosas). Mientras, los muchachos calmaban al animalito con hojas frescas y palabras suaves.

Cuando la liebre por fin pudo correr libre, les dije lo que mi padre me dijo a mí:

Un corazón valiente no es el que no siente miedo, sino el que ayuda aun cuando tiene miedo

La Gran Revelación


Finalmente, abrimos el cofre. Dentro solo había cuatro cosas:

1. Un viejo trompo de madera (para Darian)
2. Mi brújula (para José)
3. Los anteojos de mi abuela (para Aisha)
4. Mi primer libro de cuentos (para Juan)

Pero abuelo, esto no es un tesoro? protestó Juan.

Ah, pero sí lo es sonreí. "El trompo les recuerda que la vida sigue girando incluso después de las caídas. La brújula es para cuando se sientan perdidos. Los lentes son para ver lo que otros no ven. Y el libro... bueno, ese es para que nunca dejen de imaginar."

Esos regalos eran las herramientas con las que yo enfrenté el mundo. Ahora son suyos.

¿Y cuál era el secreto, abuelo? preguntó Aisha.

Que ustedes cuatro, juntos, son más fuertes que cualquier problema. Eso es lo que quería que descubrieran por sí mismos.

Esa noche, mientras los veía discutir sobre cómo mejorar el "circuito de obstáculos" del patio, supe que mi verdadero tesoro no estaba en el cofre... sino en esos cuatro corazones valientes que llamo mis nietos.

Fin

Ricardo Abud (Chamosaurio)

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. M.Sc.Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en, Union County College, NJ, USA. Email: chamosaurio@gmail.com

Publicar un comentario

Please Select Embedded Mode To Show The Comment System.*

Artículo Anterior Artículo Siguiente