cada mes, como regalos de cielo,
caras que cambian y que crecen
mientras yo cuento días en calendarios,
marcando el tiempo que nos separa.
ahora camina con pasitos torpes,
este que lloraba en marzo
ahora sonríe a la cámara,
y yo colecciono sus momentos.
Pego las fotos en la nevera,
en las paredes, en mi mesa de noche,
porque quiero que llenen los espacios
donde debería estar su presencia,
donde debería sonar su risa.
Les escribo cartas que ellos no leen,
les canto canciones que no escuchan,
les cuento cuentos al aire vacío,
porque ser abuelo a la distancia
es amar con el alma fragmentada.
Pero cuando llega alguna foto nueva,
cuando veo que han crecido otro poco,
siento que mi corazón se expande,
que el amor verdadero no conoce
fronteras ni distancias ni tiempo.