manos cuidadosas siembran tomates,
entre macetas hechas de latas viejas
florece la vida, crece la esperanza,
brota el milagro de la persistencia.
sus risas desafían la adversidad,
inventan castillos de arena y sueños,
porque la infancia siempre encuentra
formas de pintar el mundo de colores.
Una vecina comparte su almuerzo,
divide en tres lo que era para uno,
porque el hambre duele menos cuando
se acompaña de cariño verdadero,
cuando se alivia con manos generosas.
El carpintero repara sin cobrar
la silla rota de la casa de al lado,
sus herramientas gastadas son varita
que devuelve la sonrisa a los hogares,
que construye comunidad y hermandad.
Y en cada gesto de amor cotidiano,
en cada acto de noble compasión,
florece un jardín invisible pero real,
donde crecen las flores más hermosas:
la solidaridad y la esperanza.

