lo grandioso, lo que deslumbra,
se olvida que la verdadera fuerza
habita en lo sencillo.
sino las manos que sostienen,
los gestos que abrazan,
la ternura que permanece.
Cada dÃa la vida abre un umbral:
elegir la indiferencia que enfrÃa,
o la compasión que enciende puentes
más allá de razas, credos o fronteras.
La grandeza no se mide en tÃtulos,
ni en tronos dorados de poder,
sino en la voz que comprende,
en el corazón que escucha,
en la autoridad que se reviste de amor.
El legado más hondo
no lo escriben los monumentos,
sino la memoria de quienes recibieron
una chispa de bondad.
Y al final, lo que queda
no son victorias ni posesiones,
sino la huella invisible
de haber caminado la vida
con compasión, con humanidad,
dejando esperanza en cada paso.
