Vuelve la fecha como vuelven las olas, trayendo ecos de lo que fue costa. Soplas las velas, cierras los ojos, ¿Qué pides cuando pides en secreto?
El aire huele a torta y a preguntas, las risas llenan casi todo el espacio. Casi.
Sonríes para la foto perfecta, brindas con manos nuevas que sostienen tu copa, pero hay abrazos que pesan como pesan las cosas que reemplazan.
¿Sentirás el peso de los años o el vacío de ciertas ausencias?
Entre el ruido y la compañía prestada, existe un silencio con forma exacta, un espacio que nadie llena del todo aunque se empeñen en intentarlo.
Los deseos se quedan en la garganta, el nudo ciego en el pecho, y entre el ruido de felicitaciones un silencio grita mi nombre.
Quizás mires el teléfono esperando lo que no volverá, quizás entiendas, solo por hoy, que algunos regalos no se reemplazan.
Y cuando se apagan las luces, cuando queda solo el silencio habitando entre sábanas desconocidas, otro cuerpo, otra respiración, otra forma de tocar que no termina de sentirse.
En la oscuridad todo se parece, pero nada es igual.
Justo ahí, donde deberías estar más presente, te ausentas completa, fantasma en tu propia piel, buscando con los ojos cerrados lo que ya no está.
La diferencia entre un cuerpo y el cuerpo.
Las fechas tienen memoria, y la piel también recuerda quién sabía celebrarte sin que tuvieras que explicar nada, a los reemplazos que gritan su nombre justo cuando más intentas callarlo, a ese mensaje que no llega y pesa más que todos los que llegan.
De cualquier modo, hoy más que nunca, sabrás quién falta en tu mesa.
Hoy más que nunca sabes la distancia entre acompañada y en casa.

