una cifra que dibuja constelaciones antiguas
en el mapa de lo que fuimos.
y entre todas las fechas que el viento dispersa,
hay una que se niega a marchitarse.
Trece veces el corazón golpea la puerta del recuerdo,
trece pétalos tiene la flor que nunca corté,
trece escalones hasta el lugar donde dejamos
las palabras sin terminar.
El otoño conoce tu nombre,
aunque yo lo escriba solo en el agua,
aunque lo borre antes de que el espejo lo refleje.
Hay quien celebra con velas y deseos,
yo celebro con silencios que arden,
con metáforas que solo tú descifras,
con versos que llevan tu rostro escondido
entre las sílabas.
Trece, como las vueltas que da el tiempo
antes de regresar al mismo punto,
como las heridas que se cierran
pero dejan la forma exacta de tus manos.
Hoy el calendario susurra,
y aunque no pronuncie tu nombre,
cada letra de este poema
es una vela que enciendo en la distancia,
un brindis de tinta
por la única fecha que mi memoria
se niega a olvidar.

