No sé si viniste a quedarte,
o si fuiste enviada solo a tocar mi alma
como una brisa que no se ve,
pero que deja todo movido por dentro.
que tu nombre se cruzara con el mío.
Fue destino,
fue memoria de otra vida
o de un rincón del universo
donde tú y yo ya sabíamos cómo mirarnos
sin hablarnos.
Tú eres agua que enseña al roble a sentir.
Yo soy tierra que te recuerda cómo enraizar sin perder tus alas.
Entre los dos, un silencio habla,
y en ese silencio, algo antiguo se despierta.
Dicen que hay almas que se encuentran para curarse,
y otras que se encuentran para elevarse.
Tú y yo, quizás, somos ambas cosas.
Nos curamos, nos desafiamos,
nos hacemos preguntas que otros ni siquiera imaginan.
Y aun en la distancia, tu eco me acompaña.
Si estás, quédate con verdad.
Si no estás, llévate solo lo bello.
Pero no te olvides nunca
que en algún lugar del alma,
te reconocí antes de verte.
Y eso,
no se borra.
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