corregí los errores que me dolían,
y en el silencio encontré verdades mudas
que antes en el ruido se perdían.
sin saber que era la frase más sincera
que habían pronunciado estos labios míos,
la declaración de mi primavera.
En la soledad hallé mi universidad,
mi maestra más sabia y generosa,
me enseñó el idioma de la libertad
y la gramática de mi alma hermosa.
Mi corazón ya no es estación de paso
donde cualquier viajero hace escala,
es hogar que elige cada abrazo,
que solo abre puertas a quien se instala.
No hay espacio aquí para el turismo
del amor de equipaje ligero,
solo entra quien viene por lo mismo:
a quedarse en el sendero verdadero.
Entendí la verdad más liberadora:
que nadie necesita a nadie ser feliz,
somos arquitectos de nuestra aurora,
jardineros de nuestro propio barniz.
Veo a otros entregar su corazón
como cheque en blanco al sufrimiento,
infectándose de ajena sinrazón,
de expectativas y de desaliento.
Pero yo elegí ser mi guardián,
autor de mi contentamiento,
en esta fortaleza donde están
solo la paz y mi crecimiento.
Aquí en este espacio sagrado,
soy hogar y soy habitante,
soy el lugar donde he llegado
para quedarme para siempre adelante.
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