cuando el mundo duerme y yo despierto,
escribo cartas que jamás envío,
palabras que viajan por el aire tibio
hacia corazones que laten lejos.
donde guardo fotos de sus primeros pasos,
de cumpleaños que celebramos juntos,
de abrazos que ahora pesan como oro
en esta casa que sabe a recuerdos.
Les cuento cómo crece el limonero
que plantamos aquella tarde de abril,
cómo sus flores huelen a nostalgia,
cómo cada fruto que da me recuerda
los dulces que compartíamos antes.
En mi mesa hay tres platos cada noche,
aunque solo uno se llene de comida,
porque el corazón de padre no olvida
que una vez fuimos familia completa,
que este hogar conoció risas de niños.
Y cuando llega el amanecer dorado,
guardo mis cartas en el cajón del alma,
sabiendo que aunque no las lean nunca,
mi amor viaja en cada rayo de sol
que toca sus ventanas al despertar.