la rama cede,
y lo que ya no tiene savia
se precipita al suelo,
como si la tierra reclamara lo suyo.
la vida es un río que arrastra,
un fuego que consume cenizas viejas,
un espejo que devuelve el rostro
a quienes juraron ocultarse de sí mismos.
El que hiere camina con botas de hierro
sobre cristales invisibles,
cree que avanza ligero,
pero cada paso abre grietas
que algún día lo tragarán entero.
No hace falta tu mano,
ni tu grito, ni tu desvelo:
el veneno que sembraron
es un círculo perfecto
que los cerca,
que los hunde,
que los deja sin aire.
Cuando caen,
nadie los recoge;
cuando claman,
nadie responde.
Y en esa intemperie brutal
comprenden demasiado tarde
que el precio de la traición
siempre se cobra con intereses de soledad.

