y llega alguien que finalmente sabe cómo tocarlo,
se romperá inevitablemente.
durante treinta noches y cien amaneceres sin consuelo.
Porque quien nunca recibió cariño genuino
no sabe reconocer cuándo es real,
no sabe sostenerlo sin quebrarlo,
no sabe diferenciarlo del espejismo.
Y aquel primero que decide quedarse,
que elige amar lo que siempre fue ignorado,
terminará sangrando por heridas
que ni siquiera él causó.
Porque la ausencia deja cicatrices
que confunden abrazo con trampa,
promesa con abandono,
amor con preludio del dolor.
Y yo lloré infinitas madrugadas
por esta ironía amarga:
que justo cuando alguien vino a sanarme,
mis manos rotas lo destrozaron sin querer.

