se cuelan destellos suaves como promesas sin pronunciar.
No hace falta decir nombres para entender la espera:
un susurro de futuro que late sin dejar de respirar.
pasan, vuelven, se disuelven en un café tibio de la memoria.
Hoy el sol dibuja rutas que no estaban en el mapa,
y cada paso parece abrir una puerta a la esperanza.
No se trata de volver, sino de permitir que el tiempo
refine lo que quedó, como la ceniza que guarda brasas.
Que cada día nos encuentre aprendiendo a sanar,
y que el brillo interior, aunque lejano, no se apague.
Si hay una carta sin pluma que aún espera su firma,
será suficiente la actitud de seguir adelante, con gracia.
Porque el amor verdadero encuentra su camino
cuando convierte el pasado en suelo fértil para el mañana.

