viernes, diciembre 15, 2017

34 años para cancelar una deuda.

En 1983 nos despedíamos con lágrimas luego de culminar la carrera, éramos ya Ingenieros Agrónomos, más de 6 años de vivencias llegaban a su final.  El invierno era el protagonista ese año de nuestro adiós.
En el curso de ese tiempo se perdieron direcciones, el contacto. La tecnología nos regresó a un encuentro que se había postergado en el tiempo, reunirnos parecía imposible pero sucedió, Carlos, Geraldo y yo, en noviembre de este año nos encontramos en un abrazo inesperado, noviembre fue el mes que sello ese encuentro. Los recuerdos invariablemente afloraron, travesuras y complicidades, la juventud regreso de manera abrupta y el relajo detenido por 34 largos años regreso con alegría. Hubo tiempo para todo y para casi nada, las miradas buscan en nuestros rostros el pasar de tantos años,  el recuento de esos años fue demasiado rápido, solo se detuvo el tiempo, las locuras fueron dignificadas e incuso desvirtuadas por la prepotencia, arrogancia y la similitud de la autocrítica, que deja de ser critica para convertirse en un legado de conformismo absurdo, la aceptación incondicional se trasforma en obediencia y sumisión.

Nuestra travesía fue muy glamorosa y cargada de mucha emotividad , días recorriendo parte de nuestra querida y amada Venezuela  con nuestro querido y entrañable hermano del alma Geraldo, charlas muy largas adornadas por un café, atardecieres de increíble belleza crepuscular, así como la magnificencia de visitar el panteón nacional y entender que bajo su techo esta la estirpe libertadora de nuestro continente,  bañada de solemnidad y cargada de esperanzas, así como un cuartel de la montaña lleno de vivencia que serán historias en algún momento del tiempo y el espacio de esta vida que poco a poco se va esparciendo en el recuerdo y difuminándose  en polvo con el pasar de los años que tenemos en vida terrenal.

Recordar a Geraldo de finales de los 70 y principios de los 80 fue maravilloso, solo los años dan cuenta  que el tiempo oscurece nuestra piel desvaneciéndose y cargándose de mucha tintura blanco, y la piel arrugándose de sabiduría, ese fue solo cambio observado, la humildad y su paciencia se mantienen intacta así como la jocosidad que recordamos de él, su sentido del humor se mantiene incólume, intacto para no socavar el pasado, un Geraldo padre de tres hijos uno putativo y José al lado de Erika llamando todos los días para hacerle saber que el amor solo estaba marcado por la distancia.


10 días maravillosos cargados de recuerdos y anécdotas para reafirmar que Moscú nos robó el alma y que nuestro último suspiro nos llevara a recorrer las calles de Pablovskaya, de la Mikluxo Maklaya, el Parque Gorki así como todas las Proaspiekt que iluminaron nuestra vida en esa maravillosa ciudad así como en otras locaciones de la Unión Soviética.  Pocas palabras pero cargada de un sentimiento muy grande que encierran esos 10 estupendos días que abono su visita, la juventud nos tomó por sorpresa y los achaques desaparecieron para convertirse en sana alegría que nos brindó el reencuentro, tres amigos, tres hermanos, que un día se conocieron para sellar una amistad, una hermandad hasta el fin de los días. 


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