es estructura viva, complejo lego.
No un muro impasible, sino un puente que se alza,
un espacio sagrado donde el alma danza.
piedra sobre piedra, que la duda encadena.
Con la honestidad pulida, cada viga se asienta,
transparente y fuerte, que al engaño ahuyenta.
Las paredes se elevan, paciencia y comprensión,
dos alas que sostienen, sin reproche ni prisión.
Y en sus huecos se abren, las ventanas del perdón,
que dejan pasar luz, curando la aflicción.
El techo, cobijo de ternura y lealtad,
resguarda los sueños, la íntima verdad.
Un nido compartido, un refugio ancestral,
donde el alma encuentra su puerto final.
Cada detalle cuenta, cada gesto sincero,
son pilares invisibles de un lazo duradero.
El respeto es el cemento que une cada parte,
una obra maestra, sublime arte.
Y en el centro mismo, un fuego ardiente late,
la pasión que ilumina, que nunca se abate.
Así es la arquitectura, del amor edificada,
eterna y resistente, nunca derribada.

