solo el vacío donde antes habitaba la confianza.
convierte tu dolor en su defensa,
tu herida en tu culpa,
tu sangre en exageración.
"Fue solo un error", dice,
como si la magnitud del derrumbe
la midiera quien dinamitó los cimientos,
no quien quedó bajo los escombros.
"¿Todavía con eso?"
Como si el tiempo de sanar
lo dictara quien clavó el puñal,
no quien aún lo lleva dentro.
Y así, sin darte cuenta,
comienzas a dudar de tu propia cordura:
quien merecía disculpas, las ofrece;
quien necesitaba consuelo, consuela;
quien tenía derecho a la rabia,
se disculpa por sentirse mal.
Esta es la victoria de la manipulación:
que la víctima se convierta
en su propio verdugo.
Pero escucha:
Tu dolor no es exageraciones verdad.
Tu rabia no es debilidades ni dignidad.
No es amor aquello que te obliga
a traicionar tu propia herida
para sostener la comodidad
de quien no tuvo problema en traicionar la tuya.
La verdadera miseria no está en fallar
todos fallamos
sino en construir víctimas
para no mirarse como victimario.
Y quién necesita culpar al traicionado
de sangrar por la traición,
no está lista para amar a nadie.
Ni siquiera a sí misma.

