supe que algo se quedaría para siempre
en esas calles que fueron mi hogar.
El diploma era solo un papel
que certificaba lo obvio:
que había aprendido más de lo esperado,
que me había convertido en otro.
Moscú se despidió con lluvia fina,
como si el cielo también llorara
por la separación inevitable
de quien se ha vuelto parte del paisaje.
Universidad querida, alma mater:
te llevo en cada paso que doy,
en cada palabra que pronuncio,
en cada sueño que todavía sueño.