es una herida abierta,
un río de palabras ahogadas
que se niegan a ser olas.
que se quedó en los labios,
como un pájaro sin alas,
como un reloj sin horas.
Duele en las grietas del alma,
donde el tiempo no cura,
sino que alarga la sombra
de lo que nunca se dijo.
Es la ceniza del grito
que ardía en la garganta,
el nudo de las caricias
que nunca encontraron piel.
El silencio duele
cuando es el nombre
de alguien que se fue
y se quedó habitando
las paredes del aire.
Duele cuando es un puño
apretando el corazón,
cuando es la luna rota
en el espejo del olvido.
Pero a veces, solo a veces,
ese silencio que sangra
se convierte en semilla,
y en su tierra de sombras,
nace una flor sin ruido.