Refugio en la Soledad


Hay noches donde el silencio pesa más que las palabras, donde el eco de tu risa ya no rebota en estas paredes. El amor que una vez ardió como hoguera en mi pecho ahora es ceniza fría entre mis dedos temblorosos. La pasión se marchitó como flor sin agua, y en su lugar creció esta soledad que me abraza con brazos helados, susurrándome verdades que mi corazón se negaba a escuchar. Presiento en cada latido lo que ya sabía: que tus ojos buscaban otros horizontes, que tu sonrisa guardaba secretos que nunca fueron para mí. Por eso busco en rostros desconocidos esa chispa que nunca encendiste en mi alma, ese amor verdadero que creí encontrar en ti pero que solo existió en mis sueños. Me dejaste hueco, como casa abandonada donde el viento entra y sale a su antojo. Tu cariño fue espejismo en el desierto, y mi corazón se cansó de correr tras él. Ahora me refugio en esta soledad elegida, en este silencio que me protege de marcar tu número en la madrugada, de pronunciar tu nombre como oración perdida. Y mi alma se pregunta, entre lágrimas: ¿Cómo se olvida a quien nunca se tuvo? ¿Cómo se borra lo que solo fue ilusión? De aquel amor no queda más que aprendizaje: que no todos los que dicen "te amo" saben lo que esas palabras pesan. Qué triste es amar cuando el amor es solo nuestro. Te ofrecí mi ser completo, sin reservas, como quien entrega su último tesoro. Pero tú no supiste ver el valor de un corazón que latía solo para ti. Fingías tan bien que casi me convences de que tu mentira era mi verdad. Hoy, con el alma en carne viva, por fin puedo ver con claridad. Me refugio en esta soledad que sana, que me enseña a caminar sin ti, mientras mi alma susurra en la distancia: algún día sabré cómo olvidarte. Yo, que te amé con la fuerza de mil soles, que puse mi corazón en tus manos como niño que regala su juguete favorito, hoy recojo los pedazos en silencio. Me dejaste solo con mis lágrimas, burlándote de este amor que fue real, mientras yo aprendo que a veces amar es también saber cuándo parar. Ese amor que te entregué sin medida era puro como agua de manantial, sincero como el llanto de un niño. Tú lo pisoteaste sabiendo su valor. Pero aquí estoy, recogiéndome, aprendiendo que la soledad no es castigo sino refugio donde sanar las heridas y recordar que merezco ser amado como yo supe amar.

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket
Ricardo Abud (Chamosaurio)

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. M.Sc.Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en, Union County College, NJ, USA. Email: chamosaurio@gmail.com

Publicar un comentario

Please Select Embedded Mode To Show The Comment System.*

Artículo Anterior Artículo Siguiente