con un "sí, quiero" y ganas de volar.
Creíste en el cine, en cenas a la luz,
sin saber que el guion era tu cruz.
por un pasaporte a una jaula de paja.
La libertad, la cuenta, la digna razón,
se fueron de gira sin dar explicación.
Tu día, mi amigo, ya no es personal,
es un monólogo de furia vecinal.
El yogur movido, el dolor de cabeza,
y tú, el culpable de toda la maleza.
Las noches de pasión, un martes prohibido,
por una serie que te ha consumido.
El miércoles, migraña, ¡qué casualidad!,
que el sábado, de compras, se va la falsedad.
Tu ropa, un lienzo para su capricho,
la camisa amada, un total desquicio.
"Pareces un vendedor desesperado",
y tu guardarropa, un misterio indomable.
El fútbol se ve en silencio y de pie,
mientras el gato de la vecina se cree.
Un gurú existencial con su crisis total,
y tú con audífonos, fingiendo el final.
La cuenta bancaria, una nube de gas,
gastos vitales, y tú, ¿Qué más da?
Un champú, un zapato, ¡diez pares, tal vez!,
y tú, sonriendo, con cara de pez.
Los fines de semana, una agenda cruel,
suegros que se asombran de lo que ven en él.
Centro comercial, sin rumbo, a caminar,
mientras te sientas, sin poder hablar.
Pero sonríes, cuando te preguntan,
"¡Muy bien, mi vida!", mientras te ejecutan.
Porque esta locura, esta dulce condena,
es tu paraíso, tu gran pena.
Y ríes conmigo, mi querido hermano,
en este club masoquista, de la mano.
Porque la autonomía, al fin, se fue,
y la estabilidad, cual Titanic, se ve.
Libre de elegir, de pensar, de gastar,
tan solo la felicidad queda por soñar.
La tuya, mi amigo, ya está pactada,
por esa hermosa, dulce y amada.

