Por: Ricardo Abud
En un mundo donde la hiperconectividad es la norma, existe un dispositivo tan peculiar como desconcertante: un router neuronal de última generación, pero con un firmware de código abierto que nadie parece poder descifrar.
Su nombre técnico, según los manuales no oficiales, es "Router Ex-TC" (Excentricidad-Temperamento-Caos). Este router, al parecer, fue diseñado por un startup de Silicon Valley en un hackathon de 5 minutos, bajo los efectos de un cold brew mal infusionado.
Su característica principal es la "Intermitencia Cuántica": funciona a la perfección cuando está en standby, pero al menor requerimiento de red (léase: "expectativa social"), su señal se convierte en un buffer de emociones no procesadas, generando un "Error 418: I'm a teapot" en versión humana. Los síntomas son predecibles y alarmantes.
Se observan flasheos de "Estado Emocional Desconocido": un momento está en single mode (feliz, radiante, selfie mode), al siguiente en dark web (silencio ominoso, mirada que podría derretir routers). Si intentas una conexión más profunda, ocurre una saturación de "Bandwidth Existencial": si le pides que "simplemente escuche", su CPU se sobrecarga con un script de pop-up mentales como "¿Me estás juzgando? ¿Qué hay de lo que yo quiero? ¿Sabes lo difícil que es ser yo?". Y tras un crash monumental (ej: drama en un grupo de WhatsApp), se inicia el reinicio en bucle con frases como "Necesito espacio" o "No es el momento", pero vuelve a conectarse en 2.4 GHz para asegurarse de que todos estén en low power mode, vigilando.
Lo tragicómico es que, aunque el router no procesa datos coherentes, su marketing es impecable. Las reviews en apps de relaciones pasadas le dan 5 estrellas por "innovación disruptiva" y "experiencia que redefine la conexión humana". Los usuarios, sin embargo, reportan un "packet loss crónico" en forma de promesas rotas, ghosting selectivo y un firewall impenetrable a la lógica más básica.
Este router tiene la sorprendente habilidad de recordar con una nitidez 8K cualquier ofensa de hace tres años, pero su memoria RAM se vacía por completo si le pides que recuerde una conversación importante de ayer, especialmente si implicaba algún tipo de compromiso o empatía.
Los técnicos (amigos, familiares, terapeutas) han intentado flashear el sistema con updates de terapia, patches de comunicación asertiva e incluso un factory reset (vacaciones en Bali). Nada funciona.
El router sigue emitiendo ruido blanco en forma de drama, interferencias que afectan a toda la red de allegados, distorsionando la realidad con sentencias como: "¿Ves? Es que NADIE me entiende" (falso, el router no se deja escanear), "La gente es muy sensible" (mientras su señal Wi-Fi quema la autoestima ajena), o "Yo solo quiero paz" (mientras pingea a las 3 a.m. con un "¿Qué estás haciendo?"). Su capacidad para convertir la más mínima discrepancia en una conspiración mundial es digna de un algoritmo diseñado para el caos.
Al final, la red aprende a vivir con el "Modo Avión Emocional": guardar silencio cuando el router parpadea en amber, usar VPN de ironía para navegar sus cambios de bandwidth, y aceptar que, aunque el SSID (Sistema de Suministro de Ilusiones) sigue activo, la contraseña para acceder a la cordura fue cambiada hace años y nadie guardó el backup.
La interacción se vuelve un ejercicio constante de decodificación, donde cada palabra, cada emoji, cada pausa, es analizado como si fuera un mensaje encriptado de una mente que se deleita en la complejidad y el conflicto.
Nota técnica: Si su router personal tiene este comportamiento, no intente repararlo. El fabricante recomienda "dispositivo de repuesto" y "reinstalar sistema operativo de cordura". No nos hacemos responsables de signal loss en su salud mental si ignora esta advertencia.
