Crónica de un corazón en ruinas


A veces creo que la noche comenzó el día en que dejé de reconocer mi propia voz.
Recuerdo caminar por una calle sin nombre,
arrastrando una sombra que no era mía,
como si algo se hubiese desprendido dentro de mí
y caminara a mi lado para recordarme
que la pérdida no solo quita, sino que reescribe la forma de existir.

Desde entonces, cada mañana se abre como un libro mojado:
las páginas pesan, las palabras duelen,
y el relato parece escrito con una tinta que gotea tristeza.
No avanzo, solo paso el dedo por la misma oración,
esa que dice que ya no volverán los rostros que me dieron luz,
que ya no habrá manos que detengan las grietas de mis días.

Me veo a mí mismo como un viejo edificio abandonado,
las ventanas temblando con el viento de un invierno que no termina,
las puertas crujiendo historias que nadie quiere escuchar.
Los recuerdos se pasean por los pasillos como fantasmas sin rumbo,
golpean las paredes buscando su tamaño antiguo,
pero todo ha encogido, incluso el espacio donde guardaba lo que me hacía humano.

La ausencia, esa arquitecta silenciosa,
ha reconstruido mi vida con muros más altos y puentes rotos.
Mi alma camina descalza sobre un piso que respira dolor,
y cada paso es una canción que se quiebra antes de nacer.
He tratado de encender alguna lámpara,
pero la oscuridad es un huésped que se sienta en mis hombros
y sopla sobre cualquier intento de claridad.

La historia continúa, aunque parezca detenida.
A veces, mientras hablo solo,
siento que converso con un viejo guardián que vive en mí,
un ser cansado que carga la tristeza como un árbol sin hojas
carga el invierno sin esperanza de primavera.
Él me dice que siga, aunque no haya destino,
aunque apenas quede un hilo de voluntad sosteniendo mi pecho.

Y la memoria... la memoria es ahora una figura que aparece 
solo de espaldas, perdida en los corredores más hondos de mi 
sombra, habitante de un territorio donde mis ojos ya no llegan. 
Es un murmullo, un temblor, un borde de luz que se esconde 
como si temiera herirme al regresar. A veces creo escucharla 
respirar, pero cuando extiendo la mano, 
solo encuentro oscuridad que no promete nada.

Photo Sharing and Video Hosting at Photobucket
Ricardo Abud (Chamosaurio)

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. M.Sc.Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en, Union County College, NJ, USA. Email: chamosaurio@gmail.com

Publicar un comentario

Deje su comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente