una ciudad llena de encanto y armonía,
sus calles se tiñen de historia y belleza,
y en su seno he encontrado una cálida bienvenida.
Pasadena, ciudad amable y acogedora,
me has abierto tus brazos con dulzura,
me has envuelto en tu espíritu vibrante,
y me has dado un lugar en tu vasta hermosura.
En tus parques y jardines me he perdido,
entre flores que bailan con el viento,
he caminado por tus calles con emoción,
descubriendo cada rincón con fervor intenso.
Tus avenidas se visten de elegancia,
con arquitectura que cuenta historias pasadas,
en cada fachada se respira distinción,
y en tus detalles se esconde la magia anhelada.
Los colores de tus estaciones me cautivan,
con los cerezos en flor en primavera,
los cálidos tonos del otoño dorado,
y el invierno que cubre de nieve la pradera.
Tu espíritu cultural es un regalo,
con museos y teatros que inspiran el alma,
las artes y la creatividad florecen aquí,
en cada exposición y función que se desarma.
Pero más allá de tus grandezas arquitectónicas,
es tu gente quien realmente brilla con esplendor,
amables y hospitalarios, con corazones abiertos,
me han acogido en su seno con amor y calor.
Pasadena, ciudad que ahora considero mía,
gracias por abrazarme con generosidad,
en tus calles he encontrado mi hogar,
y en tu espíritu encuentro felicidad.
Que tu belleza siga irradiando en cada esquina,
y que sigas siendo refugio de sueños e ilusiones,
siempre recordaré con gratitud y cariño,
la ciudad que me ha acogido con sus bendiciones.
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