Una tarde tan fría siempre evoca la añoranza de tus brazos, de tus besos, de esas tardes en las que una cama era el lienzo en el que hacíamos el amor como un obra de arte, lo hacíamos como sólo se puede hacer desde la inspiración que dicta el alma, como sólo se puede hacer cuando en verdad se ama, entonces la imaginación y la pasión eran los pinceles con los que delineábamos los trazos de aquella escena en la que sin duda nuestras almas se tocaban.
Recostados sobre las cama, conversando de lo cotidiano, de
lo simple y lo complejo, sin saber del tiempo, del mundo que afuera continuaba,
hablábamos y desde ahí sé que iniciaba el amor, el contacto de nuestros mundos
a través de la charla, ahí también hacíamos el amor.
Tus manos recorriendo mi cuerpo, apretando mi cintura contra
tu cuerpo, tus manos fuertes, rugosas, de hombre, haciendo suya cada parte de
mi cuerpo. Mientras, yo dibujaba en tus labios un beso inagotable, un beso que
te decía lo mágico que era tenerte ahí conmigo, lo delicioso que era sentirte
tan cerca y sentir cómo cada centímetro de mi piel respondía instantáneamente
al roce de tus manos.
Cada caricia era un trazo certero que me hacía arder en
ansias de sentirte cada vez más, tus manos recorriendo mis muslos, apretando
con fuerza mientras mi mente, a través de cada una de las sensaciones que provocabas,
me hacía desearte cada vez más, con un deseo único, con el deseo que sólo el
amor puede explicar.
Luego, sentir mis piernas desnudas rozar con las tuyas,
mientras tus labios recorrían mi cuello, mientras tu lengua devoraba mis senos
con la certeza de que mi cuerpo y cada sensación que despertabas te pertenecía,
le pertenecía ese lienzo en el que hacíamos el amor. Así hacías tuyo mi cuerpo,
como quien se apropia de lo que le pertenece.
En una sincronía que sólo el amor dicta, nuestros cuerpos se
reconocían, centímetro a centímetro, caricia a caricia, sensación por
sensación. Como toda obra de arte, era auténtica, única, cada caricia y cada
beso era parte de una nueva historia sobre ese lienzo que nuestra cama
representaba, cada trazo que mis labios dibujaban sobre tu piel, que tu lengua
hambrienta hacía sobre mi cuerpo, era inédito y certero en la técnica, en el
color y la forma.
Hacíamos el amor, sin pausa y sin prisa, disfrutando el
trazo de cada caricia, cada sensación que la humedad de nuestros cuerpos
provocaba… disfrutando plenamente el instante preciso en el que el placer se
volvía sublime, en el que la sensación única de ser uno por instantes era el
trazo con que finalizaba la obra plasmada en aquel lienzo, en donde tu nombre
en mis labios firmaba como auténtica aquella sensación de ser tuya…
Siempre tuya, FCM!
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