En la brisa suave que acaricia mi rostro, siento el eco de tu risa, madre querida. Cada rincón de esta casa guarda tu esencia, como un perfume que se niega a desvanecerse.
A veces, en la penumbra de la tarde, cierro los ojos y te imagino a mi lado, contándome historias que llenaban de luz mis días. La distancia se convierte en un océano, pero tu amor es un faro que nunca se apaga.Extraño tus abrazos, cálidos y eternos, esos refugios donde el mundo se detenía.
En cada recuerdo, en cada lágrima, encuentro un trocito de ti que me abraza. Aunque el tiempo nos separe, tu amor es la raíz que me sostiene, un lazo indestructible que trasciende la ausencia.
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