En los pliegues del tiempo que nos separa, conservo intacta la imagen que me marcara, mi compañera de alma, mi dulce tesoro querido, el amor que elegí con un latido.
Aunque los caminos se hayan distanciado, mi corazón permanece en ti anclado, esperando en silencio, como un faro encendido, con la puerta entreabierta de mi sentido.
No eres ausencia, sino presencia latente, no eres olvido, sino recuerdo persistente, mi predilecta entre todas, mi elegida de entonces, mi amor que no caduca, que en el tiempo responde.
Si alguna vez regresas, sin decir palabra alguna, encontrarás mi alma como un puerto, como una cuna, dispuesta a recibirte, sin reproches ni dolor, con la misma intensidad del primer amor.
Mis brazos son senderos que conducen a tu nombre, mi espera es un poniente que tu recuerdo esconde, y aunque la distancia sea un mar entre los dos, late en mí la promesa de un reencuentro de Dios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario