Claro que te amo, con pasión de llamas interiores, con locura de músicas que desgarran el silencio, mis venas son hilos de un tejido imposible donde tu nombre late como un conjuro.
Pienso que te amaré hasta que mis pies sean cenizas, hasta que cada paso sea un suspiro de memoria, mis pisadas se hundan como secretos que nacen más allá de la piel y el tiempo.
Hasta que mi mirada se pierda más del ocaso, navegando por sombras de ausencia ardiente, mis pupilas serán pájaros heridos que buscan tu silueta entre los pliegues del aire.
Mi respiración se apagará de tanto respirar tu esencia, como un círculo que se consume en sí mismo, fragmentos de ti habitan cada latido, cada suspiro, transformándome en un eco de tu presencia.
Mi luz del alma se irá apagando poco a poco, como un suspiro que se desdibuja en la noche, pero cada destello será un temblor de tu nombre, una caricia que resiste más allá del olvido.
Podrás irte, pero seguiré caminando, mendigo de fantasmas, tejedor de ausencias, buscando tus aromas entre los pliegues del deseo, tu piel en la tersura de los sueños errantes, tu lujuria ardiendo como un secreto indomable.
Aunque te alejes, me quedaré siendo el eco donde tus latidos son la única verdad.
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