He tenido miedo de morir, cuando sabes lo que viene. Y cuando ya sabes lo viene el mañana deja de ser un factor en tus decisiones porque crees que no habrá.
Y luego vives, sabias que no estás muerto y sientes miedo para enfrentar lo que viene sobre la base de las decisiones que tomaste. Es ahí cuando piensas en cómo has dejado tú mismo vivir otra vez.
El miedo a morir me paralizó, convirtiendo el mañana en un espejismo sin futuro, hasta que la vida, más terca que mis propias decisiones, me obligó a enfrentar la existencia que yo mismo había condenado al silencio.
El miedo a morir me reveló la fragilidad de mis certezas, transformando el mañana en un vacío donde las decisiones se desvanecen, hasta que la vida, más obstinada que mi propia sentencia, me devolvió al umbral de la existencia, obligándome a reconstruir los fragmentos de mi voluntad perdida.
El miedo a morir, al conocer lo que nos espera, convierte el mañana en una ilusión que ya no influye en nuestras decisiones; así, vivimos atrapados en las elecciones que tomamos, enfrentando el temor de lo que vendrá, solo para descubrir que, a pesar de todo, hemos decidido volver a vivir.
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