Tu padre y mi madre bebían café frío,
mientras nosotros, escondidos en el patio,
jugábamos a ser héroes de mundos invisibles.
preguntaste, sujetando una rama como espada.
Yo respondí “sí” sin saber qué significaba.
Años después, en el mismo jardín,
el viento trae los gritos de las sillas.
Tú trajiste flores, yo traigo preguntas.
“¿Recuerdas la primera vez que te vi?”,
dije. “Eras un fantasma”, respondiste.
Y reímos, porque ahora somos fantasmas juntos,
hablando con las sombras que nos persiguen.
Las sillas vacías ya no están.
Solo queda el patio, y el eco de “sí”.
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