En el amanecer de tu piel,
la desnudez es un susurro que se levanta,
no una ausencia de tela,
sino la poesía de lo que late,
invisible pero latente.
valles y montañas que cuentan historias,
cicatrices que son medallas de batallas ganadas,
y tus ojos, puertas abiertas
a un universo que solo tú conoces.
En la intimidad de tu mirada,
la desnudez es un lenguaje sin palabras,
es la verdad que late en tu pecho,
el latido sincero de una alma que se revela.
No es el cuerpo lo que desnudas,
sino los muros construidos por el miedo,
las ataduras de lo que se espera de ti,
para mostrarte tal como eres:
una constelación de fuerza y ternura.
En la desnudez de tu ser,
hay una ternura que abraza el mundo,
una vulnerabilidad que es poder,
una sinceridad que ilumina lo oscuro.
Eres desnuda como la luna llena,
serena y completa en su esencia,
intimidad que no busca esconderse,
sino brillar en su pureza.
Así, en tu desnudez,
hallamos la belleza más profunda:
la de ser tú,
sin máscaras,
sin pretensiones,
sencillamente humana,
y por eso, infinitamente hermosa.
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