y apague sus luces cansadas,
dejo en el aire palabras
que no buscan eco,
solo descanso.
a quienes tropecé con mis sombras
cuando yo mismo andaba a oscuras.
No fue intención,
pero fue humano.
A quienes me traicionaron,
a quienes dijeron nombres falsos
con mi rostro en la boca,
no les guardo cuentas ni reclamos:
ya los perdoné.
El peso que quede
no me pertenece.
Ayudé como pude,
con lo que tenía,
con lo que era.
No fue estrategia,
fue pulso.
Y a quienes me tendieron la mano
cuando el suelo parecía definitivo,
los llevo conmigo,
sin fecha de vencimiento.
Y a Ti, Dios,
que no me diste siempre lo que pedí
pero sí lo que necesitaba,
gracias.
Gracias por torcer mis planes
y enderezar mi camino.
Que se vaya el año.
Yo me quedo con la fe intacta,
las manos vacías de rencor
y el corazón
en silencio agradecido.
