como quien desciende a un templo,
cada estación era una catedral
tallada en mármol y esperanza.
de todos los rincones del mundo,
vagones llenos de idiomas distintos
pero con el mismo destino.
En esos túneles subterráneos
aprendí que la belleza existe
aun en los lugares más profundos,
que la luz siempre encuentra camino.
El metro moscovita fue mi universidad
paralela, mi aula sin muros,
donde cada viaje me enseñaba
que los sueños también viajan en grupo.